(un problema escatecnológico)
Cierto día en el baño de una empresa... bueno, quiero dejar claro que aunque narrada en primera persona, la anécdota que me dispongo a contar no me ocurrió a mi, sino a un amigo de un amigo de otro amigo, ya que yo soy una persona pulcra, limpia y aseada que no emite sonidos desagradables, ni olores desagradables y que, cual intervención divina, efectúo las deposiciones por ósmosis etérea. Pero volvamos al tema, el caso es que entré en el baño y las 3 tazas disponibles estaban ocupadas, sin embargo, había algo extraño en el ambiente, y no, no era el típico olor que estáis pensando, de hecho, lo extraño era la ausencia de dicho olor y el silencio absoluto que reinaba. Desde la época de lo fenicios (inclusive) es bien sabido que el acto y efecto de deponer requiere de un cierto esfuerzo y hace que la persona en cuestión gaste cierta cantidad de energía en la expulsión del material sobrante. Y un modo muy habitual y casi involuntario es proferir ciertos sonidos a la par que se expulsa la ínclita boñiga que denotan el esfuerzo que se está realizando, normalmente el volumen de dichos sonidos suele ser directamente proporcional al tamaño del objeto a desalojar. Pues allí había una ausencia total de sonidos. Extrañado esperé unos segundos... nada. Daba la sensación de que el silencio era voluntario, que estaban incluso aguantando la respiración.
Entonces vi la luz, y me vino a la mente uno de los más famosos problema en informática, en la programación de sistemas concurrentes, y es el uso de recursos compartidos, concretamente el problema de los filósofos comensales.
Los mismos fenicios anteriores también hicieron un estudio acerca de los... digamos, efectos colaterales del acto de defecar. Muchos de dichos efectos son involuntarios y se asemejan a lo que ocurre en los terremotos. Cuando hay un fuerte terremoto es normal que se produzcan pequeñas réplicas. Aquí ocurre lo mismo, antes, durante e incluso después de efectuar el grueso de la expulsión de sustancias no deseadas se producen pequeñas "réplicas", en forma de aire expulsado de forma plosiva impregnado del efluvio de la sustancia a eliminar. Dichas expulsiones son claramente desagradables a oídos ajenos (menos, a oídos propios) y requieren de una privacidad de la que los "filósofos" no disponían en ese momento. Por tanto, cada uno de los tres esperaba en vano que los otros se diesen por vencidos, abandonando el baño y permitiendo al filósofo ganador en su soledad completar la operación, se produjo por tanto un interbloqueo entre ellos. En este caso el recurso compartido era el baño en sí mismo y la imposibilidad de completar la misión para la que allí se encontraban si no era en soledad.
Después de esta disertación sólo espero que alguno de ellos triunfara, porque si el problema de los filósofos comensales podía acabar en inanición, el trágico final de los filósofos cagones podía ser incluso peor. Esperemos que los fideos previamente ingeridos no estuvieran en mal estado.
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